miércoles, 4 de julio de 2007

Por si os interesa.....

La otredad de un valle de búfalos

Patricia Fesser
Un valle de búfalos
Espacio F. Mercado de Fuencarral
26 de abril / 17 de mayo 2007

Texto: Natalia Martín Hernando

Con esta instalación de ocho lienzos de gran formato, Patricia Fesser vuelve a presentarnos la tan reiterada preocupación por la búsqueda de la identidad. Una constante que afecta al individuo y al grupo, a una sociedad que persigue reencontrarse con sus orígenes buscando un sustitutivo ante la pérdida de todas aquellas ideas o creencias metahistóricas que orientaban la vida pública.


Dice Octavio Paz que «los contrarios necesitan identificarse, es decir, proporcionar identidad el uno al otro con la existencia separada y al mismo tiempo paralela de ellos». Para Fesser, el animal simboliza la idea del otro opuesto por la cual el hombre se identifica como tal. Lo representa sobre fondo blanco, sin referencia paisajística, conformando un laberinto por el cual nos invita a deambular. El espectador circula en un pequeño espacio que lo obliga a sortear los lienzos convirtiéndolos en objetos. El cableado que recorre el suelo hace las funciones de arteria conductora que a través de sus ramificaciones divergentes distribuye una bombilla en cada obra. ¿Qué pretende iluminar, al hombre o al animal?


La falta de contexto en su representación unida a la cuidada pincelada realista que define las figuras provocan que el espectador, al adentrarse en este valle artificioso, observe y sea observado. Podría reconocerse en esas representaciones y entenderlas como un espejo, franqueando la barrera diferenciadora de la racionalidad. El ojo humano se vería retratado en la formalización minuciosa del animal y en el individualismo extremista que lo rodea, el cual es absolutamente definitorio del momento contemporáneo. Todas éstas son afirmaciones fundamentadas en la base teórica de la artista.

Fesser argumenta que «El animal simboliza, en el presente trabajo, la idea del otro, de aquello que, aun constituyéndonos, decidimos negar-nos y nos atemoriza: somos todo aquello que rechazamos; somos animales, somos mujer, hombre; somos marginales; todos somos todo: la empatía es un bien común, y el acto de sentirse ajeno a una realidad que también a uno le constituye creo que es la verdadera arma de "destrucción masiva"». No obstante, en muchas de las propuestas actuales es difícil encontrar una coherencia entre la práctica y la teoría que el artista desarrolla. Existe la propensión a crear una retórica que justifique el vacío semántico de la propia obra, que no hace sino evidenciar esta carencia. No se puede afirmar que sea éste el caso de Fesser, quien se acerca a su objetivo, pero no consigue alcanzarlo plenamente: la comunión no se produce. El resultado que obtiene es el desarrollo de un contenido del que el espectador asiduo a las galerías ya empieza a estar cansado. En mi opinión, sus pretensiones teóricas son demasiado forzadas en relación a su manifestación práctica, lo que limita a la propia obra. Su error residiría en intentar pertenecer a una tendencia que podríamos denominar, citando a Guillermo Kuitca, Arte de la Teoría. ¿Por qué estamos obligando a nuestros artistas a convertirse en teóricos? ¿Por qué no dejar que los signos que conforman la obra de arte sean interpretados por el espectador libremente? Intentemos que sea la práctica artística capaz de hablar por sí sola y dejemos a la Teoría del Arte el resto.

1 comentario:

en madrid master 2007 dijo...

Me parece una crítica limpia y transparente que clarifica muchos aspectos de la exposición que vimos en Espacio F. Totalmente de acuerdo con las conclusiones finales y tus comentarios sobre las retóricas inducidas y forzadas que pretenden justificar la obra que un artista muestra.